martes, 6 de noviembre de 2012

“Yo creo que Adriana le habló de todos nosotros durante esos cuatro meses, porque estuvieron muy solos en el cautiverio”


Ana María Tasca, la hermana de Adriana (mamá de Sebastián), era militante montonera, vivía en La Plata y sus compañeros la llamaban Mariana o Clara. “Conocí a Gaspar Onofre Casado (papá de Sebastián), porque ambos trabajaban en la Caja de Bancarios. Los compañeros lo llamaban Manuel y en la casa le decían Quinto. En los comienzos de la relación vivían en La Plata. Un compañero de ellos, Roberto Luis Medina, fue detenido y ahí Adriana se fue sola a Mar del Plata a vivir con mis padres”.

Ana María relató que su padre llevó a Adriana en auto el 11 de enero de 1977 y que vivió en la ciudad balnearia hasta el 20 de febrero de ese año. En el viaje de ida la joven tiró los libros en la ruta para no comprometer a su familia.

Después Adriana decidió regresar a La Plata pero por poco tiempo ya que volvió a vivir Mar del Plata pero esta vez con Quinto. Aunque no les dio la dirección a sus padres, se veían a menudo. En julio de 1977, en la casa de ellos, Adriana contó que estaba embarazada. Ana María recordó ante el tribunal que ella misma se puso muy contenta porque también estaba embarazada con una diferencia de dos meses.

Quinto y Adriana decidieron volver a La Plata cuando se enteraron por una amiga que José Valledor, otro compañero, había sido secuestrado y asesinado. Según Ana María, su hermana Adriana consideraba que sus padres no la entendían y por eso la despedida no fue del todo feliz, pero que Quinto sí abrazó muy fuerte a Angelita (Barili de Tasca). “Sebastián, cuando apareció, abrazó a su abuela de la misma forma”, contó la testigo.

A Adriana la fueron a buscar a la fábrica de bolsas de polietileno donde trabajaba su padre. La última vez que hablaron con ella fue el 5 de septiembre. Después de ese día nunca más tuvieron noticias.

Los abogados de Abuelas le preguntaron a Ana María si se enteraron de que había sido secuestrada. “En el 77 no conocíamos a los compañeros de ellos, ambos tenían mucho cuidado”.

“Dos enfermeras que estaban en la comisaría nos avisaron que en el centro clandestino La Cacha (de La Plata) había una chica de Mar del Plata, que si se encontraban con alguien de La Plata le dijeran que Adriana Tasca le pedía a su hermana que buscara a su hijo y lo criara”.

“Desde entonces los abuelos empezaron a hacer habeas corpus y a enviar cartas a todo el mundo para encontrarlos... Estas son todas las cosas que hicimos por la vía legal para encontrar a mi hermana. Mi madre había hecho un ajuar para su nieto, pero cada vez se nos hacían más terribles las noticias. Yo pedí a mis contactos en La Plata que se fijaran si en la Casa Cuna había ingresado algún niño NN. Ya existían las Abuelas y empezamos a buscar”.

Ana María cuenta que en La Plata había un chico parecido y ella fue a verlo para ver si era su sobrino. “Obviamente, en un determinado momento se analizó pero no era. En la vida de nuestra familia la búsqueda siempre estuvo presente, mis hijos sabían todo pero en la escuela no se hablaba. Toda la familia estaba siempre buscando, mi hija se vino a estudiar y me llamaba para decirme que había visto una chica parecida a mi hermana. Mi madre también siempre estuvo en la búsqueda, ella es fundadora de Madres y participa en Abuelas. Creo que lo que nos daba fuerza era saber que estaba su hijo”.

Ana María participó de los Juicios por la Verdad y en una entrevista con Alejandro Incháurregui (por entonces en el Equipo Argentino de Antropología Forense) él le dijo que lo más seguro era que hubiese nacido.

“Cuando volví a Mar del Plata empezamos a buscar en los padrones para encontrar los nacimientos en esa fecha. El día que nos encontramos con Sebastián, yo tenía un padrón en la mesa en el que estaba Sebastián Capitolino. También nos juntamos con los Casado, empezamos a publicar el recordatorio pidiendo que si se veían parecidos se comunicaran con ellos”.

Sobre el encuentro con su sobrino, Ana María relató que el 9 de febrero fue al laboratorio donde trabajaba y sonó el teléfono. Era Cotita (Casado, hermana de Quinto), quien le dijo: “Ana, ¿estás sentada? Porque apareció el pibe de los chicos, yo estoy yendo a Abuelas”.

“Llamé a mi marido y a mis hijos y les dije que fueran. Llamé a mi mamá y le dije que nos esperara con un café. Le pedimos que nos dijera qué era lo que más quería y dijo conocer a su nieto. ¡Ahí sonó el teléfono y era Sebastián!”.

“Llegaron todos: Sebastián se encontró con 17 primos, decía cosas y se identificaban. Ponían los pies y las manos, mi marido conocía a un amigo de Sebastián. ‘¡Yo también los busqué!’, decía él. Y mi padre decía: ‘Qué orgulloso que estoy de que vos también nos hayas buscado’”.

“Nunca recibí un llamado o disculpa de Silvia (la apropiadora), siempre me pregunté qué sentimiento tiene una mujer que se apropia de un niño y qué identidad puede construir cuando lo han despojado de sus raíces. Yo creo Adriana le habló de todos nosotros durante esos cuatro meses, porque estuvieron muy solos en el cautiverio y para nosotros es muy importante tenerlo entre nosotros, para mis hijos también porque lo buscaron siempre. Por eso pido a estas dos personas que nos digan si saben algo. A la médica le digo que me sorprende de una médica que como yo que ha jurado cuando se recibió (recita el juramento). Esto la doctora no lo ha cumplido”.

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