En la jornada de
ayer declaró Juana Beatriz Cancinos, una empleada del supermercado que tenía Ángel
Capitolino en La Plata.
“En 1982 una
vecina, Soledad Sosa, me dijo que su marido podía recomendarme para trabajar de
cajera en un negocio, me presenté y me tomaron. El negocio se llamaba ‘West
Point’, le puso así por la academia norteamericana. Más tarde, un día viene
Soledad y me dice: ‘¿Te enteraste que los chicos que tiene Ángel son de gente desaparecida?’.
Y así fue pasando el tiempo. Ángel era una persona muy violenta, no hubo
empleado que no le haya hecho juicio, y violento sobre todo con Silvia: la
maltrataba psíquicamente y ella tenía que hacer lo que él quería. Una tarde la
llevó detrás de una góndola y le pegó delante de todos y después que la golpeó
yo le llevé hielo y le compré una pomada. Ángel acostumbraba pensar en voz
alta, y así a mi vecina Soledad le contó que la nena se la había traído un capitán
del ejército del norte, de Santiago del Estero, y que el nene era de gente desaparecida. Dejé el
trabajo en 1983. Ángel estaba muy nervioso, ‘estas viejas a mi me van a romper
el…’”, decía, refiriéndose a las Abuelas.
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