jueves, 15 de noviembre de 2012

"Fue increíble ver bajar del auto a Sebastián, tan igual a Quinto, no se podía creer”


Estela Murgier, compañera de facultad y de militancia de Adriana Tasca, también dio su testimonio ayer ante el TOF 1 de La Plata. “Éramos muy amigas, las dos estudiamos derecho. Nos conocimos en 1974 y con Sebastián, que es su hijo, a partir de la restitución de su identidad fuimos armando un vínculo muy profundo”.
“Adriana vivía en la calle 10 entre 47 y diagonal 74, en el cuarto piso, con otras dos chicas, Mabel Marcantoni, veterinaria, y Marcela, compañera de derecho. Cuando yo la conocí no militaba. Sí se interesaba mucho en la política. Trabajaba en la Caja de Abogados como becaria. En 1975 Quinto fue un día a estudiar derecho laboral con Marcela y ahí comenzaron a ponerse de novios con Adriana. Quinto ya en esa época militaba. Tiempo después, para fines de 1975, ya ni Quinto ni Adriana militaban en la facultad. Llegamos a ser muy amigas, pero ella no hablaba de la militancia”.
“A finales de diciembre el 1976 Adriana vino desesperada. Habían secuestrado a un compañero de la Caja de Abogados y tenía que dejar la casa, me pidió plata y como yo no tenía le di unas pulseras de oro. Apareció a la semana, me contó que habían dormido en un hotel alojamiento, después se fueron a Mar del Plata, en enero estuve  con ellos allá”.
“Yo nunca tuve militancia. Ella me dijo que mejor que no supiera porque ellos estaban prófugos. Me fui sin mirar, mirando para abajo, discutí con Quinto, ellos decían que había que resistir, que otro país era posible, que muchos compañeros ya habían caído y por que por esos compañeros había que seguir luchando”.
“El 8 y 9 de octubre llegaron de sorpresa acá en La Plata. Adriana estaba embarazada. Se le notaba la panza, fuimos al teatro, se le hinchaban las piernas. Ese día vinieron con Quinto, después ella vino sola muchas veces en octubre. Estaban muy contentos los dos, le iban a poner José a su hijo por un compañero que conocí en su casa en Mar del Plata que lo agarraron unos días antes, lo mataron en la calle”.
“Años después, en un juicio por la verdad en Mar del Plara pude saber que José era Constantino Valledor y que lo mataron el 6 de octubre del 77. Actualmente yo soy abogada querellante en el juicio conocido como Base Naval 2, por Abuelas, y hemos podido reconstruir el destino de muchos compañeros de los chicos que fueron secuestrados en Mar del Plata: Silvia Castilla, la pareja de Valledor; el 20 de octubre mataron a Walter Rosenfeld y Patricia Marcuzzo; Liliana Pereyra y Alberto Cagnola, y otros. Todos militaban con Quinto, eran del mismo grupo, al resto los llevaron a la Esma igual que a Quinto”.
“Yo a Adriana la acompañaba a tomarse el colectivo, ella me decía que vivía en una pensión con Quinto. Nunca supe qué colectivo tomaba. Nunca supe dónde vivieron. Una vez se quedó a dormir en casa porque Quinto había viajado. A principio de noviembre de 1977 me dijo que no quería ir más a casa porque me ponía en riesgo. Yo la convencí de verla, porque la veía muy sola, estaban muy solos, no lo decían pero se notaba, uno veía lo que pasaba en La Plata. Y entonces nos vimos en algún café y una vez en casa me dijo que me despreocupara y me pidió que fuera la madrina de su hijo y que si le llegaba a pasar algo, que lo cuidara, y creo que cumplí porque lo busqué siempre junto con la familia”.
“La última vez que los vi, en noviembre de 1977, ya me había recibido de abogada y un día bajé en un micro en Constitución y atrás bajaron ellos dos. Ella estaba con el pelo corto, muy distinta, y el 29 de noviembre, el día de mi cumpleaños, ellos fueron a visitarme al estudio donde yo trabajaba. Se quedaron dos horas esperándome. Y yo justo ese día no fui”.
“A los hermanos de Quinto los encontré en diciembre de 1983. Todos llevábamos carteles, unos con el de Quinto y otros el de Adriana, y yo tenía un cartel de la abuela Angelita que decía que Adriana estaba embarazada, y ahí me enteré que Quinto había estado en la Esma. Los abuelos Tasca la buscaron Adriana desde el primer día, Angelita es Madre y Abuela de Plaza de Mayo, su vida estuvo signada por la búsqueda, nunca claudicó, nunca dejó de buscar a su hijo y a su nieto, la búsqueda fue muy artesanal, la única noticia firme que tenía eran los dichos de las enfermeras, no había testigos de parto de Adriana, era la esperanza de que hubiera nacido y por momentos pensar que no, que la habían matado antes”.
“Con la democracia se renovaron las emociones y las esperanzas con las primeras restituciones de identidad, y Angelita estaba siempre ahí, siempre en la búsqueda. Más tarde, en 1998, cuando se hizo el Juicio por la Verdad en Mar del Plata, Ana (Tasca, la hermana de Adriana) declaró y entonces comenzamos a conectarnos con los sobrevivientes de La Cacha, con los abogados, a entrevistar a militantes, a Alejandro Incháurregui del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), a investigar las últimas células de Montoneros, buscando cuál había sido el destino final y sobre todo buscando al hijo de Adriana. Ana anotaba todo en un cuadernito y yo en una agenda que le regale a Sebastián cuando apareció”.
“El 9 de febrero de 2006 Ana me llamó y me contó la noticia. Fuimos corriendo al laboratorio de ella, nos abrazamos, llamó a la Conadi y le ofrecieron hablar con Sebas y después me pasó con él, fue increíble, ese día llegaron a Mar del Plata y estaban todos los Casado, también vinieron la hermana y los primos de crianza de Sebas, fue increíble verlo bajar del auto, tan igual a Quinto, no se podía creer”,
“Sé que fue entregado al matrimonio Capitolino-Molina por un represor de la Cacha, Ricardo Von Kyaw, y el matrimonio le puso Sebastián Ricardo, entiendo que por agradecimiento, como hicieron tantos apropiadores, así como también nombraban padrinos a los entregadores”.
“Silvia Molina nunca se acercó a la familia. No se acercó como madre, como no lo acompañó cuando él decidió buscar su identidad. Nunca habló con ninguna de las abuelas de Sebastián, no pidió perdón, y al fin y al cabo ella lo ocultó, lo retuvo mientras todos los buscaban”.
“Sebas es un chico excepcional, íntegro, inteligente, que buscó su identidad, que cuando conoció su familia biológica, para recuperar el tiempo perdido, le puso mucha garra. Es un digno hijo de sus padres. Por último quiero decirle algo a Manacorda (la médica que firmó la falsa partida de nacimiento): como médica de la policía seguro que pudo entrar a los lugares, ella sabe cómo fue el parto. Y le pido que tenga un mínimo acto de dignidad y le diga a la familia qué hicieron con Adriana”.

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