viernes, 7 de diciembre de 2012

Abuelas pidió 16 años de prisión para la médica Raquel Manacorda y 13 para la apropiadora Silvia Molina


(Foto: Emanuel Lovelli, Ana María Tasca, Mario Frías Casado y Colleen Torre en la puerta del TOF 1 de La Plata minutos después de culminar el alegato).

“Nada excusa a Molina de no haber aportado nada a la justicia. Ni siquiera la situación de violencia a la que la sometía Capitolino. Molina es responsable junto con Capitolino y Manacorda de que Sebastián no hubiera conocido a su familia 22 años antes. Lo ocultó y retuvo durante 29 años, incluyó información falsa en distintos instrumentos públicos y usurpó su guarda, algo que alcanza todos los aspectos de la vida de Sebastián en aquella época”, afirmó el abogado de Abuelas Emanuel Lovelli.
El TOF 1, integrado por Carlos Rozanski, Pablo Jantus y Pablo Vega, escuchó hoy el alegato de la querella de nuestra Asociación en la causa por la apropiación de Sebastián Casado Tasca, hijo de Adriana Leonor Tasca y Gaspar Casado, desaparecidos en 1977, en la cual se está juzgando a Molina y Manacorda.
 “¿No hubo, cuando Molina se quedó sola, un momento para contarle la verdad a Sebastián?”, se preguntó Lovelli. “Molina se despertó todos los días siendo conciente de que a Sebastián lo buscaba su familia verdadera desde 1984, lo siguió reteniendo y prefirió priorizar su pseudomaternidad”. “La responsabilidad de contarle la verdad corrió por parte de María José, la hermana de crianza, y Molina volvió a evadirse, una vez más. Está claro que todos los avances que Sebastián logró respecto de su identidad los consiguió estando solo y lejos de Molina”.
“No se advierte ninguna acción tendiente a ayudarlo a que conozca su origen, Molina lo ocultó de su familia a sabiendas de que Abuelas había iniciado una causa e imputado a su esposo y a la médica Manacorda”. Por todo ello, la querella solicitó 13 años de prisión efectiva para la mujer.
Para Raquel Manacorda, la médica policial imputada por la falsificación de la partida de nacimiento de Sebastián, la pena requerida por los abogados de nuestra institución fue de 16 años, por ser “partícipe necesaria de su apropiación, retención y ocultación hasta los 28 años del joven”, momento en que éste conoció su origen gracias al resultado de las pericias genéticas efectuadas en el Hospital Durand de la Ciudad de Buenos Aires.
“La propia Silvia Molina le pidió a Ángel Capitolino que le consiguera un hijo, como ya lo había hecho con su otra hija, María José. Llegaron hasta La Plata, Capitolino dejó a Molina en una plaza y le trajo al rato a Sebastián, aún con el cordón umbilical. La médica Raquel Manacorda puso al servicio de esta apropiación ‘cuanto menos su rúbrica’”, subrayó Lovelli. “Y después no hizo nada para quebrar este estado antijurídico. No sólo le ocultó a Sebastián la verdad sino que también le ocultó la información al Estado”.
“Desconocemos las circunstancias del partos y los primeros pasos de Sebastián porque Molina no aportó nada en su testimonio. El matrimonio tenía un supermercado con el sugestivo nombre de ‘West Point’. Sosa, una testigo que trabajó sólo un año allí, dijo que a Capitolino le decían ‘el capitán’ y que vio a Fonquiau al menos cinco veces en el supermercado”.
¿Quién era Ricardo Luis Fonquiau? Represor poder de mando y decisión en el centro clandestino “La Cacha”, teniente 1ro, prestó servicio de 1976 a 1978, con total certeza debió conocer a Adriana Tasca, detenida en ese período. En democracia se recicló como dueño de una empresa de seguridad y hoy está prófugo.
Lovelli se refirió a la indagatoria de Capitolino, inverosímil por donde se la mire, tomada en una de las dos causas anteriores que desembocaron en el actual juicio: que él y su mujer habían viajado de Capital Federal a La Plata, que Molina estaba embarazada de nueves meses, que mientras tomaba una cerveza con un amigo ella rompió bolsa y él le pidió al amigo que llamara una médica y justo ahí apareció Manacorda (!).
“Pero en un fallido”, argumentó Lovelli, “a Capitolino se le escapó que esto ocurrió en la calle 54 nro. 22 entre 19 y 20, donde se emplazaba el Regimiento de Infantería Mecanizada Nro. 7 del Ejército, a cargo de La Cacha, el lugar donde permaneció detenida Adriana. Este regimiento tenía un sector de sanidad, por lo cual se puede pensar que Sebastián nació allí. Otra nieta apropiada, Cugura Casado, cuya partida fue firmada también por Manacorda y cuyo apropiador revistaba además en inteligencia del Ejército, nació en La Cacha”.
“Manacorda, en su testimonio, señaló que le tenía terror a Capitolino, ¡sin embargo le pidió una cámara de fotos para ir a Bariloche!”, remarcó Lovelli, “consolidaron los dos matrimonios una relación que quizá nació con el delito, pero fue estrechándose”.
En 1991 se separaron Molina y Capitolino y los chicos se quedaron con la apropiadora y dejaron de verlo. En 1999, María José se enteró que no era hija biológica, la “encaró” a Silvia Molina, ésta lo reconoció, y cuando María José le preguntó por Sebastián, también.
Por entonces, María José pensaba que podía ser hija de desaparecidos. No sabía cómo contarle a Sebastián, que ni sospechaba que no era hijo biológico, la verdad. María José se hizo el ADN y dio negativo, pero en esta instancia la Conadi la puso al tanto de la causa por Sebastián.
Más tarde, Molina le contó a Sebastián que no era su madre pero le dijo que lo había ido a buscar “a un lugar de mujeres solteras”. Esto ocurrió entre 1999 y 2000. Pasaron cinco años hasta que Sebastián se realizó el examen genético y recién ahí empezó a interiorizarse sobre la causa de su apropiación. Pronto conocería la declaración de Capitolino y se daría cuenta que había una posibilidad cierta de ser hijo de desaparecidos.
En el funeral de Capitolino, en 2005, Sebastián se encontró con Luz Miraldi, su actual compañera e hija de un primo de Capitolino, a quien le contó que ya sabía que no era hijo biológico, y ella, desde entonces, lo acompañó en la búsqueda y en la reconstrucción de su historia e identidad. El 9 de febrero de 2006 Sebastián se enteró del resultado del análisis de ADN. 

Las causas anteriores
Previo a esto, Lovelli había detallado las dos instrucciones que se habían sustanciado sobre el caso, para lo cual trazó una precisa cronología:
- 24 de octubre de 1984: Bruno Tasca y Ángela Barilli denuncian en La Plata la apropiación del hijo de Adriana Tasca, su hija desaparecida; en un principio se pensó que el nieto podía un niño que finalmente se hizo los exámenes de histocompatibilidad que establecieron que no era, y entonces la causa se archivó.
- Año 2001: la causa se desarchiva en el marco de los Juicios de la Verdad en La Plata.
- 7 de febrero de 2006: el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) determina que Sebastián Capitolino es en realidad el hijo de Adriana y Quinto Onofre Casado. La Cámara Federal remite los autos al juzgado de origen, el Federal N° 1, que comenzó la instrucción que condujo al actual juicio.
- 16 de marzo de 2006: Sebastián pide que se declare a nulidad de su partida de nacimiento y ser inscripto con su verdadera filiación.
- Mayo de 2006: el fiscal pide la indagatoria a Ángel Capitolino, Silvia Molina y Raquel Manacorda.
- Noviembre de 2008: la querella de Abuelas de Plaza de Mayo pide la revocación del sobreseimiento a Manacorda y Molina; ya había fallecido Ángel Capitolino.
- Año 2009: el fiscal repite su solicitud de que se indague a Molina por apropiación, retención y ocultamiento de Sebastián.
- 13 de octubre de 2009: se declara imprescriptible, por ser un delito de lesa humanidad, la apropiación de Sebastián, y se ordena la detención de Manacorda y Molina.
- 28 de octubre de 2009: procesamiento de ambas.
- Elevación a juicio oral y público de la causa y pedido de detención del represor Fonquiau, quien ese mismo día se fuga y hasta hoy sigue prófugo con pedido de captura internacional.
Los hechos probados
Hubo tiempo para un repaso por los principales dichos de los testigos que prestaron declaración a lo largo del debate oral, como Estela Murgier, quien relató cómo fueron “cayendo” todos los compañeros de Quinto y Adriana, y como Ana Tasca, quien recordó el abrazo de Quinto a su madre al despedirse en Mar del Plata y el de Sebastián con su abuela, al ser restituido, dos abrazos iguales según ella.
Lovelli reconstruyó los últimos meses de Adriana y Quinto; la vuelta de la pareja a La Plata provenientes de Mar del Plata; las medidas de seguridad que tomaban por la situación de persecución que ya se vivía en el país; el pedido de Adriana a Estela Murgier para que sea la madrina de su hijo; el allanamiento en la casa de la familia Casado en la ciudad de Azul; el testimonio conmovedor de Tito, uno de los hermanos de Quinto, quien narró los esfuerzos de las dos familias por encontrar a “los chicos” (como les decían a Adriana y Quinto) a poco de que fueran secuestrados, y la incertidumbre de la desaparición.
El letrado de Abuelas también se refirió al testimonio de Patricia Pérez Catán, quien estuvo detenida en La Cacha y conocía a Adriana de Mar del Plata, que además pasó por la Comisaría 8va. (el mismo recorrido que Adriana), y que rememoró en su momento a las dos enfermeras, Arce y Fornida, cautivas ambas como ella, que le contaron que habían estado con Adriana, que el embarazo continuaba y que les pedía que buscaran al niño o niña para fines de marzo o principios de abril de 1978.
Ésta fue la noticia que le llegó a la familia Tasca a través de la familia Pérez Catán, cuya hija recuperó la libertad, no así las dos enfermeras que todavía hoy siguen desaparecidas. A los Casado, la noticia del secuestro de Quinto les llegó por Silvia Gardela, una ex detenida. Los Casado y los Tasca comenzaron la búsqueda como miles de familias: instituciones, hábeas corpus, iglesias, casas cuna.
Durante el alegato los abogados de Abuelas recuperaron pasajes de los testimonios de Ana Tasca y de Tito Onofre Casado, éste último marcado por el recuerdo de su hermano Toto, el primero que empezó la búsqueda en su familia y que lamentablemente se suicidó hace más de 20 años. La “posta” de Toto la tomaría luego su hermana Josefina, “Cotita”, quien también dio testimonio, y los primos de Sebastián, Mario Frías entre ellos, querellante en este juicio además. La precisa tipificación legal de los hechos y el concurso de los delitos corrió por cuenta de Colleen Torre, la otra abogada a cargo de la querella de Abuelas.
Resta la esperanza de que la sentencia que dicte el tribunal sea capaz de revertir los terribles y angustiantes efectos de la apropiación sobre la víctima directa, Sebastián, y sobre su familia, su única familia, la que lo buscó casi 30 años con la verdad y el amor como únicas banderas.

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